dc.description.abstract | En materia de equidad social, el desempeño
de Centroamérica muestra signos de cambio favorables
en temas como el aumento de la esperanza
de vida, la reducción en la mortalidad infantil,
la disminución en el número de hogares
pobres y ciertos logros en educación básica. Sin
embargo, estas tendencias recientes no contrarrestan
la situación descrita en el primer informe
como insatisfactoria, pues persiste la negación
de derechos fundamentales a la mayoría de la
población.
En la década de los noventa Centroamérica
experimentó una importante reducción de la
pobreza, que se explica, en parte, por el contexto
de desarrollo libre de guerras, por un repunte
del crecimiento económico y por el impulso
de programas de inversión social en los distintos
países. No obstante, esta reducción es relativa
si se considera que todavía la región no se
aleja de los umbrales de pobreza que mostraba
a principios de los años ochenta, y que las brechas
en materia de distribución del ingreso, lejos
de disminuir, han aumentado al menos en
dos naciones. Asimismo, el crecimiento económico
que se esperaba a inicios de los noventa
no se dinamizó en la segunda mitad de la década,
por lo que se limitó la generación de empleos
de calidad que le permitan a los centroamericanos
satisfacer sus necesidades básicas y
superar la pobreza.
A principios del siglo XXI la pobreza sigue
siendo muy alta y, por el efecto del crecimiento
de la población, hay más personas pobres que
hace diez años. Tanto en el caso de la pobreza de
ingresos como en la atención de necesidades básicas
hay grandes inequidades. En el 2001, la
mitad de los centroamericanos (50.8%) tenía niveles
de ingreso inferiores a los considerados como
mínimos para llevar una vida digna -prioridad
del desarrollo humano- y una de cada cuatro
personas (23%) se encontraba en una situación
de pobreza extrema, es decir, no disponía de ingresos
suficientes para satisfacer sus necesidades
básicas de alimentación. Las áreas rurales y la
población indígena tienen menores opciones.
Hay además una fuerte desigualdad en la distribución
del ingreso entre la población, con patrones
que no difieren de los prevalecientes en el
resto de Latinoamérica, y que la catalogan como
la región más desigual del mundo. Los más pobres
según su nivel de ingreso o consumo per cápita,
se ven menos favorecidos en la prestación
de servicios sociales de calidad. | es_US |