dc.description.abstract | Ninguno de los conflictos militares que en
1988 desgarraban la región, perdura. Ninguno
de los regímenes autoritarios existentes en 1978
sobrevive hoy1. Si la democracia tenía, hasta hace
pocos años, un arraigo excepcional, hoy todos
los países del istmo, incluso su democracia más
antigua, experimentan un impulso democratizador2.
Los gobernantes son electos por la ciudadanía;
las fuerzas armadas, allí donde existen, están
subordinadas al poder civil; las violaciones de los
derechos humanos no son, como en el pasado
reciente de varios países, política de Estado, y se
experimenta con nuevas formas de control político
e institucional, débiles aún en muchos casos,
sobre el poder estatal.
La fortaleza, y hasta el arraigo, de este impulso
democratizador es objeto de un intenso debate
político. ¿Han concluido o no las transiciones
democráticas en Centroamérica? ¿Qué tipo de
regímenes políticos ha emergido, democracias
disminuídas o democracias “a secas” (Collier y
Levistky, 1997)3? ¿Ha ocurrido un proceso de
consolidación democrática? (Linz y Stepan,
1996)? Estas interrogantes son la contraparte de
innumerables problemas políticos que, en la
práctica, afectan a los regímenes democratizados
del istmo. La inclusión de los indígenas como
ciudadanos plenos es un hecho reciente y todavía
precario, a pesar de ser ellos uno de cada
cinco centroamericanos. En la región existen disparidades
notables en lo que concierne a la gestión
transparente de los sistemas electorales. La
debilidad del Estado de derecho en amplias zonas
es tal, que puede decirse que la población
centroamericana obtiene sus derechos políticos
sin tener garantizado el ejercicio de sus derechos
civiles. En todos los países, la ciudadanía expresa
crecientes dudas y apatía hacia la política y su
seguridad personal y jurídica es, en muchos casos,
precaria. | es_US |